jueves, 18 de septiembre de 2008

9 de diciembre de 1994: el fin de la espera

El Apertura 1994 estaba siendo un torneo maldito para el Piojo. Llegó a la 18ª y anteúltima fecha con 11 partidos jugados y (nada, ni uno, ni de carambola) cero gol. No es que jugara mal: la pelota no le entraba nunca. El equipo había sumado apenas 17 puntos y ya se había ido el director técnico uruguayo Luis Cubilla.
Esa noche, un chico de 10 años iba por primera vez a la cancha de Racing. Un Racing que no hizo mucho: mostró el mismo fútbol displicente de todo el campeonato, apenas un poco más ordenado gracias al entrenador interino, Héctor Jesús Martínez.
Empezó ganando con gol de Saralegui, lo empató enseguida Carlos Torres. Sí, Carlos Torres: el mismo paraguayo que tanto queríamos un años atrás. Típico.
En el segundo tiempo, Racing perdió la calma dentro y fuera del campo de juego. El chico de 10 años se acuerda del toqueteo entre Gancedo y (quizá) Zegarra, de las corridas de Fleita y Claudio López intentando capturar algún pelotazo largo, los reclamos de algunos hinchas y una frase de su tío: “¿Qué más quieren que hagan ellos dos? Se matan corriendo, pero no les llega una bien…”.
Sentado en el borde del foso, a minutos del final, otra frase: “Mirá a las cabinas, ahora van todos a insultar a De Stéfano”. Segundos antes de la lluvia de gritos, el chico sólo recuerda que el ligerito Piojo metió una media vuelta tremenda que se clavó abajo, en el palo izquierdo de Cousillas. 2-1. Sí, 2-1. Sí, ¡ganó Racing!
El grito de desahogo, los insultos que tendrán esperarán otra ocasión, la noche que parece más linda: la primera vez en el Cilindro termina con gusto a Racing. Gusto a festejo injustificadamente grande, a esos festejos que tienen mucho que ver con ser de La Academia: con festejar la vida, a pesar de todo.

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